miércoles, 16 de febrero de 2011

Humillante postración


¡Oh tú, ciudadana libre de un estado laico al que tus gobernantes humillan sistemáticamente, grita!
La libertad y la igualdad deben tributo a la inteligencia y a la razón. Jamás han de postrarse ante arcaicas prerrogativas irracionales, como son religión y monarquía.
Ante esta foto de agencia que tomo prestada (y esta vez no manipulo) siento ganas de llorar de rabia y de impotencia: he ahí a un alto representante político del laico y democrático estado español, besando la mano de un hombre disfrazado de blanco y rojo, que dice ser infalible y hablar en nombre de un dios inventado que desprecia a las mujeres.
Y para colmo, tras ellos, adornando la escena, un rey borbón que proclama su catolicismo en vez de esconderlo por respeto a sus súbditos laicos, ateos, mormones, evangelistas, protestantes, musulmanes, judíos, etc.
Cuando España era un país tiranizado esta foto hubiera pasado desapercibida por rutinaria. Pero hoy España es un estado laico, de ahí la vergüenza que produce ver al mismísimo Presidente de las Cortes Españolas postrado, ante la cursi bobería del gran chamán del Vaticano.
Los ciudadanos tienen aquí a su representante más servil, sometido, irracional e indigno. Este individuo que se humilla ante un jefe de estado antidemocrático y misógino, se llama Bono y parece no haber leído la Constitución que le es de obligado cumplimiento, donde los españoles dejaron bien escrito que este pais es laico. Irracional político, como tantos otros actuales, que antepone su ñoña circunstancia personal al bien público, demostrando absoluta ceguera profesional, además de una evidente falta de raciocinio.
¿Son estos Bonos y similares, representantes de la ciudadanía, los encargados de separar definitivamente la religión del Estado? Est tout simplement inaceptable.
¡Oh tú, ciudadano libre de un estado laico al que tus gobernantes humillan sistemáticamente, grita conmigo: Vive La France!
Ah, mis queridas amigas españolas, llamadme cuando la pesadilla termine. Ahora regreso a la hermosa casa de la calle Turnelles, en el Marais, donde mis antepasados amaron a Voltaire.

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